Museo Judío de Berlín

Dirección: Museo Judío, Lindenstraße 9-14, Berlín.
Cómo llegar:
• Metro: Hallesches Tor (líneas U1 y U6) o Kochstraße (línea U6).

El Museo Judío de Berlín es una visita muy interesante por dos motivos: en primer lugar, porque realiza un exhaustivo repaso de la historia de los judíos en Alemania (desde la Edad Media hasta la Segunda Guerra Mundial).

En segundo lugar, porque está alojado en un edificio con una arquitectura vanguardista que lo ha convertido en todo un referente a nivel europeo; un proyecto de Daniel Libeskind pensado para reflejar la agitada historia del pueblo hebreo en los propios muros, puertas y pasillos inclinados de este peculiar museo.

La arquitectura del Museo Judío de Berlín: un proyecto único

Realmente, el museo está formado por dos edificios; el primero, de líneas más clásicas, data del XIX. El segundo edificio es el que es obra de Libeskind, del que te hablábamos al comienzo de este artículo, y el que mayor interés suscita entre los visitantes por su arquitectura: diseñado en forma de zigzag, está pensado como una especie de estrella de David, pero deformada por varios ejes asimétricos que llevan al visitante de un lado a otro de forma confusa y desorientada (algo totalmente intencionado por parte del arquitecto).

Las paredes son de zinc, y aunque no lo parezca, siguen una cierta lógica: Libeskind se guió, para situarlas en el edificio, por la antigua localización de varios judíos relevantes para la historia, uniendo sus direcciones entre sí para formar un mapa propio que tomó como base a la hora de distribuir los espacios.

Y es que, como verás, en este museo nada es casual y todo está cargado de simbolismo: cuando uno accede al museo a través del edificio antiguo, para comenzar a visitar la exposición debe descender un nivel y adentrarse en el universo de Libeskind, que contrasta fuertemente con el clasicismo del resto del museo.

La exposición: un comienzo que remueve

La primera zona del museo, la perteneciente al proyecto de Libeskind, se agrupa en torno a tres ejes:

El Eje de la Continuidad

Aquí podrás asomarte a algunas vitrinas donde apenas hay un par de objetos débilmente iluminados: alguna pertenencia personal de una víctima judía del Holocausto, a menudo acompañada de una carta o documento que contextualiza al objeto y a su dueño en el marco de la persecución judía. Este eje conecta con el edificio antiguo a través de la escalera de Sackler (y de ahí su nombre).

El Eje del Holocausto

La exposición continúa a través del llamado Eje del Holocausto, en cuyos muros pueden leerse los nombres, tristemente familiares, de todos los campos de concentración y de exterminio del nazismo. El eje desemboca en un lugar sin salida: la Torre del Holocausto, un habitáculo de altísimos muros, prácticamente a oscuras, donde no hay nada más que silencio y una sensación de claustrofobia palpable. Puedes imaginarte el porqué de este espacio.

El Eje del Exilio

El último eje de la exposición del Museo Judío de Berlín nos conduce hasta un jardín al aire libre, pero no un jardín como el que estás pensando: aquí las plantas cuelgan desde la parte superior de grandes bloques de cemento gris (recordando, en cierto modo, al Memorial del Holocausto). Se trata de transmitir la idea de desarraigo, de verse obligado a escapar a un lugar desconocido y sin salida.

Si se quería transmitir esta sensación de desasosiego, ¿por qué poner plantas en lugar de dejar solo los bloques de cemento? Porque la idea de Libeskind era representar lo que el exilio significó para la mayoría de judíos: una huida forzosa, pero también una esperanza.

Por el pasillo que conduce al jardín verás fotografías y textos que recuerdan aquellos judíos que tuvieron que exiliarse de Alemania; algunos saludan desde las cubiertas de los barcos que los conducían a Estados Unidos y Sudamérica.


Una vez concluida esta parte de la exposición, puedes volver sobre tus pasos para acceder al edificio principal del museo; ¿esto se parece más a un museo, verdad?

El punto fuerte del Museo Judío de Berlín es que su exposición no se limita, como sucede habitualmente, a contar la historia de los judíos durante el nazismo y la Segunda Guerra Mundial; aquí se recorren varios siglos de historia hebrea a través de diferentes galerías divididas en etapas históricas, en cada una de las cuales encontraremos un personaje judío relevante que ejerce como hilo conductor de la exposición: viajaremos hasta la Edad Media y después al Barroco de la mano de Moses Mendelssohn, el filósofo alemán que defendió la integración de los judíos en la sociedad. También conoceremos a Glückel von Hameln, una mujer de negocios residente en Hamburgo que vivió durante los siglos XVII y XVIII y que escribió una serie de diarios donde plasmaba fielmente la vida de las comunidades judías durante este período. Llegaremos al siglo XX, donde el destino de los judíos se vio marcado de forma inevitable por las dos guerras mundiales, tal como conoceremos en profundidad a través de esta parte de la exposición.

¿Merece la pena visitar el Museo Judío de Berlín? Sí, siempre que tengas tiempo de sobra en tu viaje a la ciudad. Se encuentra a un paseo de unos 15 minutos desde uno de los lugares de interés turísticos más famosos, el Checkpoint Charlie, y recorrerlo entero te llevará un par de horas. La zona del museo dedicada a la historia de los judíos es más apropiada si viajas con niños, pues tienen algunos juegos pensados para que puedan aprender sobre la historia judía de forma amena y dinámica. Y si te interesa la arquitectura, sin duda debes conocer el edificio obra de Libeskind.

Horario:
  • Lunes de 10:00-22:00 horas.
  • Martes a domingo de 10:00-20:00 horas.
  • Cerrado 21, 22 y 30 de septiembre de 2017 y 24 de diciembre.
Precio:
  • Adultos: 8 €
  • Reducida: 3 €
  • Niños hasta 6 años: gratis
  • Entrada familiar (2 adultos y hasta 4 niños): 14 €
Descuento tarjetas: Berlin Welcome Card: -25%