No son una de las atracciones turísticas más conocidas de la capital alemana, y sin embargo constituyen uno de sus rincones más interesantes: se trata de Hackesche Höfe, un conjunto de patios interiores situados en pleno centro de Berlín, junto al barrio judío (a 15 minutos a pie desde la Alexanderplatz).
En ellos se distribuyen pequeñas tiendas, boutiques de diseños, cafés, viviendas y hasta un teatro, enmarcados por una arquitectura modernista poco común en Berlín y un buen puñado de árboles y jardines salpicados de bancos y bicicletas aparcadas que le dan al conjunto un toque más acogedor.
Los patios modernistas de Berlín que fueron declarados Monumento Histórico
La historia de los patios nos remonta a comienzos del siglo XX, cuando el arquitecto August Endell llevó a cabo este proyecto pensado como un lugar en el que se integrasen viviendas y espacios de trabajo siguiendo los preceptos estilísticos del Jugendstil (una versión alemana del Arte Nouveau, en pleno apogeo en Europa por aquel entonces). La diferencia respecto a esa idea de viviendas y fábricas en un mismo sitio tan típica del siglo XIX es que cuando se construyeron los patios, a comienzos del XX, estos espacios comunes también se contemplaban como lugares para el ocio, por lo que los patios incluían, además de bloques residenciales y talleres, tabernas, cafés, cines y clubes. No era esta una tendencia muy bien vista por entonces por parte del gobierno alemán, pero como los patios eran interiores… :)
De este modo se construyeron varios patios interconectados por cortos pasajes que nos conducen a través de unos y otros; los patios serían restaurados ya en los noventa, dándoles un aire más acorde a los tiempos que corrían (es decir, llenándolos de tiendas), pero con el consenso de residentes, ayuntamiento de Berlín y donantes privados.
Aun así, han conservado buena parte de su encanto, pues los comercios que se «esconden» en estos ocho patios han mantenido cierta estética común de forma que no rompan con el entorno, quedando perfectamente integrados en ese ambiente tan relajado que se respira al pasear por los Hackesche Höfe. Podemos encontrar desde una tienda de pajaritas a una de objetos de decoración y diseño, bolsos, regalos, souvenirs y la tienda dedicada al omnipresente Ampelmann, el hombrecillo de los semáforos.
En 1972 el conjunto de los ocho patios fue declarado Monumento Histórico, y hoy en día constituye una de las visitas imprescindibles en Berlín (al menos, para nosotros).
Un paseo por los Hackesche Höfe
Lo mejor para visitar Hackesche Höfe es acceder por la entrada situada en Rosenthaler Straße número 40, para encontrarnos con el patio más impresionante de todos, el Endellscher Hof, donde te llamará la atención su gran fachada de ladrillos esmaltados en colores y formas ondulantes. Aquí se encuentra, justo de frente, uno de los locales más emblemáticos de Berlín, el teatro Chamäleon, construido sobre una antigua taberna.
Continuando nuestro paseo por los Hackesche Höfe llegaremos al segundo patio, denominado Theaterhof -por el teatro que alberga-. Desde aquí te recomendamos dejarte llevar por el resto de patios, más pequeños y recogidos, aunque si quieres asegurarte de verlos todos, puedes seguir la ruta preparada para ello a través de la audioguía gratuita que se ofrece al entrar (con leer el código con tu móvil es suficiente para activarla, pero solo está disponible en inglés y en alemán).
Al terminar, no te pierdas…
Al salir de los patios no te pierdas algunas visitas más por la zona:
- Si te gustan las compras, en la propia Rosenthaler Straße encontrarás numerosas franquicias y boutiques donde quemar la tarjeta.
- Si lo tuyo es, más bien, el street art, echa un vistazo al pintoresco Dead Chicken Alley (justo al lado de la entrada a los Hackesche Höfe, en Rosenthaler Straße número 39), un callejón dedicado al arte alternativo donde pasarte un buen rato curioseando entre los graffitis.
- Tampoco te pierdas Haus Schwarzenberg, otro conjunto de patios con un estilo mucho más underground y menos cuidado que los Hackesche Höfe, podríamos decir que muy propios de la auténtica esencia de Berlín: aquí encontrarás paredes desconchadas llenas de pintadas, y un par de exposiciones interesantes, una dedicada a Anna Frank y otra a Otto Weidt (el Museum Blindenwerkstatt Otto Weidt), un empresario berlinés dueño de un taller de pinceles que durante el nazismo ayudó a esconderse a cientos de judíos, entre ellos sus propios empleados (aún se puede visitar la habitación donde los ocultaba).
- La mayor sinagoga de Alemania, situada a apenas 5 minutos a pie de los patios, en Oranienburger Straße. Fue construida en 1866 y se puede visitar por dentro.
- La plaza de Hackerscher Markt, una de las más animadas de Berlín, llena de cafés y restaurantes y con mucho ambiente nocturno al estar rodeada de bares y clubs.