Plaza del Pópolo

Podríamos conocer la capital italiana saltando de plaza en plaza: la Plaza del Pópolo de Roma sería una parada obligatoria, pues además de ser una de las más antiguas de la ciudad, alberga algunos de los mejores lugares que ver en Roma.

Llegarás a la Plaza del Pópolo (Piazza del Popolo en italiano) si recorres cualquiera de las grandes avenidas romanas que conforman el famoso Tridente: la Via del Babuino, la Via di Ripetta (la más directa si vas desde el Ara Pacis) o la Via del Corso.

Durante siglos, la Plaza del Popolo no fue, exactamente, una plaza, sino un acceso monumental a la ciudad, una puerta de entrada a Roma que sería reconstruida ya en el XIX, durante la ocupación de las tropas de Napoleón, cuando se la dotaría de la forma elíptica con la que hoy la contemplamos. Esta remodelación fue obra del arquitecto neoclásico Valadier, que incorporó a la Plaza del Pópolo varios elementos decorativos monumentales, como las dos fuentes laterales, la Fuente de Neptuno y la Fuente de la Diosa Roma.

Desde esta última, subiendo las escaleras junto a ella, llegarás a uno de nuestros miradores en Roma favoritos, el mirador del Pincio, desde donde obtendrás la mejor vista de la Plaza del Pópolo (si te gusta la fotografía y subes al caer la tarde, te llevarás unas fotos espectaculares de la Plaza).

Más adelante te hablamos sobre él.

Lo que no te puedes perder en la Plaza del Pópolo

La Piazza del Popolo impresiona por sus dimensiones, y es que no podemos perder de vista que, desde su origen y durante muchos siglos, fue uno de los centros del transporte de Roma y sus comunicaciones, por la que a diario pasaban miles de personas que entraban y salían de la ciudad.

¿Por qué?

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La Porta del Popolo

La antigua Porta del Popolo, que aún hoy podemos contemplar en la zona norte de la plaza, era la Porta Flaminia, la puerta de acceso a Roma en la que desembocaba la Via Flaminia, enclavada en la muralla aureliana. Este acceso convirtió a la plaza en uno de los centros de la vida cotidiana en Roma.

Esta Puerta del Pópolo data de época imperial, pero se le fueron añadiendo elementos barrocos con el paso del tiempo, como el escudo papal y la decoración barroca incorporada por Bernini.

El obelisco de la Plaza del Pópolo

El primer elemento que llamará tu atención al adentrarte en la Plaza del Pópolo de Roma será el gran obelisco central. Se trata del obelisco Flaminio, y sí, es un obelisco egipcio original, construido durante el reinado de Ramsés II y erigido en la ciudad egipcia de Heliópolis, que el emperador Augusto mandó trasladar a Roma y que estuvo situado, hasta el siglo XVI, en el Circo Máximo. Se eleva sobre el suelo nada menos que 36 metros.

Las dos iglesias gemelas de Roma están en la Plaza del Pópolo

A los pies de la Iglesia de Santa María in Montesanto y de la Iglesia de Santa María dei Miracoli desembocan las tres vias del Tridente que mencionamos al principio.

Están consideradas iglesias gemelas, aunque lo cierto es que tienen unas cuantas diferencias difíciles de apreciar a simple vista: por ejemplo, en sus cúpulas, pues mientras que la de Santa María in Montesanto es oval, la de Santa María dei Miracoli tiene forma circular.

Si tienes poco tiempo puede no merecer la pena entrar a verlas: puedes dedicárselo mejor al interior de nuestra siguiente parada, la Iglesia de Santa María del Pópolo.

La Iglesia de Santa Maria del Pópolo

Aunque a primera vista son las iglesias gemelas las que llaman nuestra atención cuando visitamos por primera vez la Plaza del Pópolo, la más interesante a nivel artístico es, sin embargo, la Iglesia de Santa María del Pópolo, que se encuentra justo enfrente, al otro lado de la plaza.

Alberga dos de las mejores obras de Caravaggio, la Crucifixión de San Pedro y la Conversión de San Pablo, además de la maravillosa Capilla Chigi, una capilla de estilo renacentista diseñada por Rafael para la familia del banquero Agostino Chigi y que se remataría después con esculturas del mismísimo Bernini.

¡Casi nada!

El mirador del Pincio

Ya te contamos antes que si te sitúas frente a la Porta del Popolo (con las dos iglesias gemelas a tus espaldas) y miras hacia tu derecha, verás una fuente monumental con una escaleras detrás. Es la mejor forma de salir de la plaza (¡no olvides visitar antes la Iglesia de Santa María del Pópolo), pues subiendo por ellas llegarás al mirador del Monte Pincio, una amplia terraza desde contemplarás la Plaza del Pópolo a vista de pájaro.

Continúa caminando unos metros desde el mirador y pronto te adentrarás en el Parque de Villa Borghese, el gran pulmón verde de Roma.

Si te gusta la pintura, saca con (bastante) antelación tus entradas para visitar la Galería Borghese, situada en el otro extremo del parque, ya que solo se accede con reserva previa, y aprovecha tu paseo por el parque para rematar aquí la pequeña sobredosis de arte que comenzamos en la Plaza del Pópolo.

El resto de lugares turísticos de la plaza no merecen detenerse mucho más (en nuestra opinión).

Cerca de la Porta del Pópolo verás un museo dedicado a Leonardo Da Vinci, pero no te dejes confundir: no contiene obras originales de Da Vinci, sino que se trata de una reducida muestra que recrea su vida y trayectoria con elementos multimedia. Puede ser interesante si visitas Roma con tus hijos, para introducir a los niños en la figura de Da Vinci, ya que el museo contiene reproducciones de sus inventos que pueden tocar y probar. Más allá de eso, no tiene mayor interés.

Estando en Roma, donde podemos admirar tantas obras de arte con nuestros propios ojos y simplemente paseando, nos parece que no vale la pena invertir tiempo ni dinero en este tipo de lugares tan pensados para el turismo.

Y hablando de turistadas…

Ahórrate la visita al «mítico» Caffè Rosati de la Plaza del Pópolo que recomiendan muchas «guías» de la ciudad: por fuera es bonito (como tantos otros cafés históricos de Roma), pero los precios son abusivamente caros y no ofrece nada que no te puedas tomar en cualquier otro local, más allá de su situación privilegiada en plena plaza.

Si algo bueno tiene Roma es que el café está rico en casi cualquier cafetería, así que lo mejor es aplicar la filosofía nómada: aléjate unas cuantas calles de la plaza y merienda al mismo precio que los romanos.