Con los años, y unos cuantos viajes (y contracturas) a las espaldas, hemos aprendido cómo hacer la maleta de forma eficiente. O, al menos, a no cargar con un maletón de esos que te provocan una hernia discal cuando te toca cargarlos tres pisos porque el ascensor de tu alojamiento está averiado.
Seguro que alguna vez se te ha dado el caso de volver de viaje y descubrir en la maleta varias prendas que no has utilizado durante toda la estancia, y que aún así tienes que volver a lavar porque tienen ese característico «olor a maleta», con el gasto energético que eso conlleva (y la pereza que da…).
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