Tan caótica como fascinante, Marrakech supone un vuelco para los sentidos tanto en lo bueno como en lo malo.
Famosa por su Kutubía; por sus encantadores de serpientes de la Plaza de Jemaa El Fna o por las legendarias negociaciones de sus zocos, hay en Marrakech otros iconos bastante menos monumentales y turísticos, más ordinarios y poco apreciados por el turista: son esos iconos que forman parte de la vida cotidiana, poco percibidos porque están por todas partes, pero que aparecen de forma inevitable en todas nuestras fotos.

Para nosotros representan la esencia misma de la ciudad y contribuyen a consolidar en la mente del viajero ese tópico -tan acertado en el caso de Marrakech- de ciudad exótica, anárquica y laberíntica donde la llamada a la oración desde la megafonía de las mezquitas nos recuerda que aquí, el rezo es lo único que está pautado.
Las motos
Moverse de forma rápida por los intrincados callejones de la medina no es tarea fácil para nadie, ni siquiera para sus habitantes, que conducen sus motocicletas de forma frenética sorteando puestos de especias vendedores ambulantes y turistas aturdidos por la inevitable confusión que genera esta ciudad (al menos, durante las primeras 24 horas).

Aunque el tráfico está limitado a partir de cierta hora, cualquier paseo por la medina irá irremediablemente acompañado del sonido de una moto acercándose por delante, por detrás, por los lados y desde los sitios más insospechados.

Las motos son el medio de transporte más utilizado por los habitantes de la ciudad, incluso como vehículo de trabajo.

Para perderse por las calles de Marrakech hay que tener buenos reflejos que te permitan salvar tu vida pegándote a una pared cada vez que aparece una moto desde cualquier rincón.

Después de un par de días de entrenamiento, te sentirás como en un videojuego: esquivando una moto por aquí y una carreta por allá mientras evitas mirar hacia el puesto del vendedor que ya te está tentando a voces con un «¿español?», «Aquí bueno, bonito, barato».

Los gatos
Gatos callejeros hay en todas las ciudades, sí. Pero en Marrakech forman parte de cualquier escena.

Durmiendo sobre una moto aparcada contra una esquina o echando la siesta en una callejuela, como en el caso de esta familia gatuna que nos ha dado los buenos días en la puerta de nuestro riad durante todo el viaje.

Lo cierto es que parece que los habitantes de Marrakech están más que acostumbrados a convivir con estos felinos, a los que muchos comerciantes dejan algunas sobras de comida y agua.

Suponemos que ambas parten mantienen una relación de reciprocidad y que los gatos mantienen a raya la población de otros habitantes de la medina igualmente peludos y con rabo, pero bastante menos adorables.

Los mosaicos
El mosaico es uno de los elementos más representantivos del arte islámico: utilizado en todo tipo de construcciones y especialmente en palacios y mezquitas, en Marrakech encontramos bellísimos mosaicos que nos obligaban sacar la cámara en prácticamente cualquier rincón de la ciudad.

Suelen están protagonizados por motivos geométricos: pentágonos, hexágonos y círculos (sobre todo) adornan columnas, suelos, fuentes… la simetría que observamos en las composiciones que forman azulejos y baldosas representa la continuidad, el concepto de infinito.

Aunque muchos de los patrones los veréis repetidos en varios puntos de Marrakech, la variedad cromática es amplísima.

Los mosaicos más hermosos los vimos en el Palacio de la Bahia:

En la Madraza de Ben Youssef:

Y también en el patio del Museo de Marrakech:

Este último nos pareció una verdadera maravilla. Aunque el museo contiene algunas obras interesantes, las galerías están muy descuidadas y mal iluminadas. Pero merece la pena pagar la entrada solo por sentarse a disfrutar de este impresionante patio, donde el sonido de las fuentes y la suave música de fondo nos alejarán durante unos minutos del bullicio de la medina.

También encontraréis mosaicos en lugares menos monumentales pero con mucho encanto, como las puertas de algunas casas de la medina (especialmente por la zona de la kasbah) decorando los marcos de las ventanas o los patios de los riads.

Incluso podréis verlos combinados con representaciones caligráficas, muy apreciadas en el arte islámico.
Nuestro consejo: ir con los ojos bien abiertos para observar techos, paredes y suelos y «coleccionar» patrones de mosaicos.

Las palmeras
En Marrakech, allá donde mires, hay una palmera.

Junto a una mezquita; sobresaliendo tras el tejado de una casa.

Solitaria en mitad de un patio o rodeada de muchas otras, como en el caso del famoso palmeral de Marrakech.

Las palmeras son, sin duda, un icono de la ciudad que se colará en la mayoría de vuestras fotos si viajáis a Marrakech.

¡Y lo bien que quedan!

Las cigüeñas
Al igual que sucede con las gatos, las cigüeñas han invadido la ciudad de Marrakech a un nivel superior: cientos de nidos decoran los tejados de las casas de la medina.

Miles de cigüeñas emigran cada año, a finales del verano, desde Europa hacia África.

Sin embargo, gran parte de las que podemos observar en Marrakech habitan la ciudad durante todo el año: se trata de las cigüeñas (bebés incluidos) que viven sobre la parte de muralla que rodea la puerta Bab Agnou, la mejor conservada de la medina (aunque actualmente está en restauración).

Pero la mayor concentración de nidos de cigüeñas la vimos sobre los muros del Palacio El Badi, donde se han montando una auténtica urbanización. Si subís a la terraza-mirador del palacio, podréis hartaros de hacerles fotos.

Sagradas para las antiguas tribus bereberes, las cigüeñas han llegado a contar con un hospital propio en Marrakech, el Dar Bellarj, instalado en una antigua casa restaurada. Hoy en día, este hospital de cigüeñas se ha convertido en espacio cultural.

Nosotros nos topamos con él de casualidad: una puerta dorada con el relieve de una cigüeña y nada más. La puerta estaba entreabierta y no se permitía el acceso en ese momento, pero escuchamos un coro cantando en su interior y pudimos disfrutar de un pequeño concierto en directo pegando un poco la oreja.